Nunca había conocido a una chica como la que estaba sentada con la espalda ligeramente arqueada a la luz suboceánica que se derramaba por la barra del Clandestino. La misma luz que se atornillaba en las lentes de las gafas del camarero, que se enroscaba en los cuellos de las botellas, que salpicaba opacamente el espejo.En aquella luz el vestido de la chica tenía el verde de las mazorcas jóvenes, como el de una vaina a medio pelar que mostraba la espalda, el valle de los senos, y gran parte de los muslos por los cortes laterales. Esa noche su pelo era cobrizo. Y esa noche, sus ojos eran verdes.
-No me explico la actividad positrónica de Elvex estos días. Mantiene el movimiento cerebral estando desactivado, en diferentes etapas de subidas y bajadas.